lunes, 11 de agosto de 2014

LA FRONTERA

/LAS FRONTERAS./Para algunos no están bien atendidas. Las fronteras, por las históricas  pérdidas territoriales, se han convertido en un "ataja perros"que no se atiende pero que  se cierra con frecuencia ante el mínimo roce diplomático. Una problemática que además desdibuja el mapa de  la geografía nacional, omitiendo los espacios en litigio y abandonando las  zonas  en reclamación.  En el límite Oeste se albergan  los desplazados colombianos por la guerrilla, los narcos y el contrabando; en el Este Los Guyaneses con  el Esequibo y sus concesiones petroleras; y  en el Sur los garimpeiros del Brasil, que se llevan el oro del territorio venezolano. Sin comentar la novedosa invasión del espacio aéreo por las rutas del narco-tráfico, en su ofensiva de explorar vías expeditas para su letal mercancía. Por lo activa y complicada, la frontera es un problema de estado que, en ocasiones, se ve  afectada por  una diplomacia de micrófonos contra-indicada en el caso de temas sensibles como  la soberanía. La política exterior de Venezuela tiene en su agenda un orden prioritario en el que no aparece la  frontera. La cancillería opera en el área de bloques como el ALBA, UNASUR, PETROCARIBE, BANCO DEL SUR y esquiva el asunto fronterizo. El servicio exterior de los vecinos, -en contra posición al nuestro-, es selectivo y profesional, manejado por diplomáticos de carrera que han sorteado éxitosamente las dificultades con el gobierno venezolano. La frontera con Colombia es un espacio vivo, que comparte gente con doble nacionalidad,  ciudadanos de aquí y de allá que configuran la generación híbrida de los denominados "venecos".  Esto le facilita la tarea al  delincuente y dificulta el control oficial, tanto de uno y otro lado de la raya. Hoy día, el contrabando de extracción, sobre todo el de combustible, resulta la preocupación  más urgente y prioritaria de las autoridades venezolanas.  El desnivel de precios de la gasolina, estimula una actividad ilícita de la que vive  un selecto grupo mafioso, en perjuicio de  ambos países. Conocedores del tema sostienen que deberían tipificarlo como un delito de traición a la patria. Venta ilícita de un recurso estratégico y no renovable, robo del subsidio que el delincuente hace efectivo más allá de la frontera y evasión del impuesto con los agravantes que implica el incumplimiento tributario para la inversión social en el país. La triada ilegal de este negocio clandestino, deja estupefacto a cualquiera por los volúmenes de hidrocarburos que pierde PDVsa y los montos millonarios que deja de percibir el fisco nacional. Los contrabandistas de oficio y las mafias que operan en la frontera, se aprovechan de la disparidad cambiaria para especular con los precios de los derivados del petróleo venezolano.  Igual de censurable es la extracción de alimentos y otros rubros provocando escasez. Son muchos kilómetros de fronteras que requieren de un enorme contingente de seguridad para su protección. La participación de civiles en la dinámica fronteriza ayuda al desarrollo económico, social y cultural de estos parajes peligrosos.  Los uniformados son los garantes de la paz y la seguridad en esos espacios que, por naturaleza, son conflictivos. Ambas presencias, tanto la civil como la militar, hacen posible la convivencia pacífica en tan inhóspitos lugares.  Las tareas conjuntas facilitan la aceptación recíproca de la protección del estado y determinan la retirada forzosa de la guerrilla y los paramilitares. 

LA FRONTERA Y LA FAN

 La utilización de los componentes armados en tareas ajenas al oficio militar es una práctica muy criticada por conocedores del tema. Actividades distintas al manejo exclusivo de las armas, -según los críticos-, desmejoran el apresto de las tropas y afectan el autoestima de la oficialidad. Después de la constituyente del 99, muchos oficiales pasaron a cargos civiles en todas las dependencias públicas del país. Las intentonas de golpe o rebeliones armadas, -como gusten llamarlas-, en su origen y posterior evolución, son de exclusiva naturaleza militar. El líder del proceso bolivariano siempre hizo hincapié en que esta era una revolución pacífica, pero armada, pertrechada de artillería pesada, fusiles y metralletas; de tanques blindados, navíos, fragatas, corbetas y aviones de guerra, resaltando el carácter castrense del socialismo venezolano. De aquí la inclusión de oficiales activos en la cúpula de la revolución y de Generales y Almirantes en el alto gobierno; presencia de uniformados en la dirección nacional del partido y de militares de alto rango en funciones diplomáticas con categoría de embajadores. Especulando sobre su desempeño, muchos han sido exitosos, algunos lo han hecho bien, un grupo no pasa de regular, otros destituidos por ignorancia supina y muy pocos por presunta corrupción. Sin embargo, vemos frecuentemente a brillantes oficiales y miembros de la tropa, -en sus habituales recintos cuartelarios-, cumpliendo obligaciones castrenses de acuerdo a su jerarquía militar y a la valoración de sus méritos profesionales. Para los efectivos armados hay mucho trabajo, sobre todo en la frontera: capturar a los prófugos de la justicia; apresar a los solicitados por interpol; combatir el contrabando; impedir la permanencia de irregulares armados; detener la circulación de criminales; frenar la inmigración ilegal; controlar las rutas clandestinas del narco-tráfico. Además de la importancia de su rutina funcional, la carrera militar es un apostolado a dedicación exclusiva. Una entrega a tiempo completo al servicio de la nación. Disponibilidad absoluta las 24 horas del día, para el resguardo y defensa de los espacios aéreos, acuáticos y terrestres de una entidad soberana llamada Patria. La faena diaria de un patriota de uniforme está agendada por el entrenamiento con las armas, la resistencia física en el  combate y el ejercicio intelectual sobre la historia, el arte y la ciencia de la guerra. Y por último, -quizá la misión más importante del soldado-, facilitar la convivencia pacífica, estable y segura del pueblo venezolano. 

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