jueves, 13 de noviembre de 2014

Mil Palabras

De  Mil  Palabras … por Luis Martínez

De un tiempo a esta parte los educadores arrastramos la carga de una pesadilla de nunca acabar, la del incremento salarial, siempre por debajo de los dígitos inflacionarios que publica el Banco Central. Un incremento que se repite dos o tres veces en el año, pero que nunca toca al rasero de la inflación. Y para colmo de males tampoco alcanza a los maestros, ya que los trabajadores de la educación son signatarios de una Contratación Colectiva que los exime de los aumentos vía decreto, -según interpretación de cosa juzgada a criterio del gobierno-, violando las clausulas de protección salarial establecidas en el contrato.
El ritual demagógico de pretender nivelar salario con inflación, termina con un aumento que anula la productividad, acelera la inflación, incrementa la escasez, devalúa la moneda, minimiza las reservas y aumenta el desempleo. Desde los gobiernos de la cuarta república, hemos tenido la amarga experiencia de medidas salariales altamente inflacionarias para la economía del país. El disparate salarial es doblemente lastimoso e  ilegal para los maestros; no lo reciben  por decreto, ni les llega por vía contractual. Si los pela el chingo los agarra el sin nariz, -reza el refrán popular. Ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario, acordaría la tristemente célebre Comisión Tripartita, que en esos tiempos se encargaba de los aumentos.
Las medidas accesorias al salario tampoco alcanzan al trabajador educacional. Beneficios del cesta ticket, póliza de HCM, prima de medicinas se pierden al cambiar el status laboral al de educador jubilado. Este cambio provoca una pérdida adquisitiva de un 30 % del salario, lo que desbarata la condición socio-económica de la familia jubilada y anula cualquier posibilidad de mejorar la salud de un educador generalmente enfermo, con trstornos crónicos y degenerativos, quedando a merced de lo que Dios quiera, ya que su salario no es posible estirarlo más para comprar las medicinas. El asunto del HCM es cuestión de vida o muerte. El jubilado se queda en los pasillos de la clínica aguardando por una clave que nunca llega, o, mejor dicho, esperando la muerte que, infaliblemente, si aparece.  So pretexto de la falta de pagos,  la aseguradora no se hace responsable y el Ministerio, argumentando causas presupuestarias, tampoco asume lo suyo.
La merma salarial extingue la intención de planes recreativos de la mano del jubilado que tendrá que asimilar su desgracia económica y financiera, es decir a llorar al valle. El último auto que tuvo terminó en la chivera, no pudo completar lo requerido para reparar el coche. La casa se deteriora y los aguinaldos, que ahora se pagan antes de  diciembre, son para no perder la tradicional herencia culinaria de montar las hallacas en navidad. Se queda corto  el 30 % si le sumamos el despojo de la semana compensatoria anual pagadera en Julio. El  despojo del bono vacacional. Hablamos de despojos porque son derechos adquiridos que se le arrebatan al final de toda una vida entregada al sacerdocio de la enseñanza de los niños de la patria.
Tampoco cuenta con el pago a tiempo de las prestaciones sociales. En 5 años de espera la inflación se come los únicos ahorros de toda la vida. Nada se compra con tan poco dinero. Los gremios al respecto, estamos asumiendo nuestra Mea Culpa. Es mucho lo que se puede hacer, pero muy poco lo que se ha hecho. Sería muy positivo el cumplimiento de las cláusulas que salven el confortable nivel de vida que aún conservan algunos jubilados. Es menester reactivar el viajecito a Margarita o Mérida, especialmente en la temporada decembrina. El veterano educador recargará la fuerza espiritual y superará la depresión vinculada a las limitaciones de un costo de la vida que arruina la diversión de la familia jubilada.
Lo que salva al jubilado de verse sólo,  débil y limpio es la pensión del seguro social; un pago puntual que a duras penas cubre el costo del tratamiento médico y alivia las patologías naturales de la tercera edad. De manera que los incrementos de sueldo, en muy poco ayudan a los asalariados de la educación. Aumentos que vienen acompañados de alzas en las medicinas, incrementos en los pasajes, aumentos en los servicios básicos de telefonía, agua, luz y gas, y la incontrolable subida de la cesta alimentaria serían, entre otros, los  efectos inmediatos causados por un aumento salarial  de los aplicados por los gobiernos  de la cuarta y ahora los de la quinta república.
Nuestra misión  es procurar medidas que corten la continuidad  de esa espiral inflacionaria que arrasa y destruye el ingreso familiar, que se chupa el ahorro de los pobres y desmejora el nivel confortable de vida que todavía tienen algunos venezolanos. De muy poco sirven las medidas aisladas sino se genera una reacción en cadena que multiplique los desarrollos productivos, impulsando el crecimiento económico endógeno y generando empleos estables y competitivos.
Las demandas gremiales no se limitan a peticiones de salario. Los educadores jubilados también exigen una robusta y moderna democracia, productora de calidad de vida, de buena educación para todos y que, además, reconozca en la escolaridad, el vehículo de movilidad social por excelencia. De igual manera nos preocupa el presupuesto y el desempeño de las Universidades Nacionales Autónomas, de prestigio global, de comprobada calidad curricular y de actualizado perfil académico, científico y tecnológico, a las que tengan acceso los hijos y nietos de los maestros jubilados. Los educadores demandan, -entre ruidos estridentes y escandalosas consignas-, más libertad y democracia y el respeto riguroso del contrato colectivo vigente. En la actualidad los maestros sufren la debacle letal de combinar escasez, inflación, inseguridad e insalubridad, las cuatro válvulas que regulan la presión de una olla cerrada en ebullición y a punto de estallar.

Queremos cerrar esta intervención, proponiendo que en la ciudad  de Valencia se funde un albergue, refugio, casa de cuidados, o como quieran llamarla para alojar aquellos jubilados de la tercera edad abandonados, victimas de alguna enfermedad o de vicios como las drogas y el alcohol y que reclaman la solidaridad del gremio. Es hora de que la dirigencia de la Federación asuma responsablemente con acciones de calle la defensa de un jubilado cada vez más  golpeado por la edad, por  la vida, por las instituciones del estado y hasta por la propia familia. No podemos seguir con semejante ingratitud, haciéndonos los locos y esquivando los auténticos problemas gremiales. 

miércoles, 12 de noviembre de 2014

DOCENTES JUBILADOS Por Luis Martínez

La memoria se define como una función del intelecto que consiste en registrar, conservar y evocar experiencias a nivel individual. Experiencias que en el caso de la enseñanza-aprendizaje tiene doble significación; uno los recuerdos propios de los temas tratados en una clase magistral,  y la número dos la vivencia real, mágica y maravillosa de un registro conservado y evocado muchas veces por la gratitud del alumnado, como el premio y reconocimiento más placentero para un docente jubilado. La sumatoria de sujetos con similar carga de recuerdos en espacios y tiempos, idénticos y determinados, no completa lo que se conoce como memoria colectiva. Esta última, -la memoria colectiva-, sería entonces un ensamble de historias que se atesora, destaca y circula por el tejido social de un país, de una región o de un conglomerado gremial, como el caso de los Educadores Jubilados de toda Venezuela y, de manera  muy especial, los colegas Jubilados de Carabobo. Un gremio que nace con vocación histórica, interpretando el sentimiento y la aspiración de un pueblo de conseguir en la educación el vehículo de ascenso social por excelencia. Los educadores jubilados de ahora y de siempre, conforman la MEMORIA VIVIENTE del país. Una memoria amplia y suficiente en la que cabe toda Venezuela, con un enorme agradecimiento por sus maestros de primaria, profesores del liceo o docentes de la universidad. Gente honorable que entregó lo mejor de su vida al sacerdocio de la enseñanza. Hoy la amenaza y el desprecio  se ciernen sobre nuestra condición profesional, frente a un gobierno que pretende burlar acuerdos de vieja data; desconocer derechos adquiridos y engañar con salarios de hambre a los educadores desde el nivel primario hasta el escalafón más alto de la educación universitaria. No podemos permitir el  desconocimiento de  la autonomía del alma mater y eso nos compromete como egresados y como gremio en la defensa de nuestra UC. Interpretamos la memoria viva del país y,  desde una perspectiva holística, asumimos que “EL TODO ES SUPERIOR A LA SUMA DE LAS PARTES”. De manera que no basta sumar. Es necesaria una integración participativa en ese todo que supera la suma. Pues bien los teóricos del proceso y la izquierda trasnochada,  que los acompaña, pretenden modificar la historia. Intentan borrar de la memoria colectiva los escandalosos vicios de la revolución. Esta élite intelectual aspira imponer un sesgo doctrinario que les garantice el control de la población y convertir el socialismo en la estructura única de gobierno en Venezuela. El patibulario vicio comunista de la solidaridad automática entre camaradas, es otro de los malos hábitos del régimen. Este socialismo es un proceso demagógico porque, a pesar de la probidad del discurso, ha permitido que la mala praxis administrativa haya alcanzado el escandaloso rango de desorden nacional. Para mayor desgracia la revolución se ha tragado el más espantoso ingreso de recursos fiscales del que se tenga registro en la historia contemporánea de Venezuela. Pasa del millón de millones de dólares en 15 años.
Maestros, Hombres y Mujeres de categoría excepcional; extraordinarios colegas; damas y caballeros de Primera Clase, Venezolanos y Venezolanas  de incondicional alianza con la democracia, hoy por hoy, el sistema de garantías y libertades más completo del planeta, y el régimen político de gobierno más perfectible y participativo de la historia.
Profesores, Carabobeños y carabobeñas, dignos de las distinciones más honoríficas que pueda merecer un servidor público, que valora e interpreta cualquier reconocimiento como un acicate que robustece el prestigio individual y, por extensión, honra al colectivo gremial de los educadores. Hijos del pueblo con brillantes dotes de inteligencia, creatividad y talento para el exigente trabajo de transmitir el conocimiento dentro y fuera del aula.
 Educadores Venezolanos y venezolanas de destacada jerarquía profesional, alcanzada por méritos personales, en concursos abiertos, limpios y democráticos  para servir al estado y no al gobierno de turno. Gente honesta con credenciales académicas para el ejercicio magisterial y no el empirismo y la piratería revolucionaria que intenta imponer el régimen que, por ahora, detenta el poder.
Pedagogos Carabobeños y  carabobeñas gremialistas que se identifican  con las causas nobles del entorno social. De la mano con los históricamente excluidos y, sobre todo, de los más débiles que en las crisis bajan a la categoría de vulnerables. Jubilados y jubiladas unidos para hacer  historia, aceptando con humildad el reparto de roles y tareas difíciles en este convulsionado trance que vive la patria venezolana.
Docentes de elevado nivel  académico y de extraordinaria experiencia laboral. Formados a tenor del aprendizaje constructivo y de un estilo edificante, capaz de instalar y desarrollar la democracia y la libertad donde haya que hacerlo. Maestros y maestras de excelsa vocación pedagógica con formación política independiente, sin menospreciar la condición sine qua non de los partidos en el sostenimiento del sistema democrático.
Educadores y educadoras de riguroso espíritu crítico y de elevadas virtudes cardinales. De principios filosóficos y de convicciones morales que rigen sus actos públicos y privados. Prudencia, Firmeza, Templanza y Justicia son las sabias compañeras en la toma de decisiones, y las coordenadas que ubican el punto equilibrado entre el carácter y la personalidad, lejos de las emociones y comportamientos impulsivos, libre de excesos y vicios, y conductas exentas de juicios equivocados.
Docentes jubilados, preparadores magistrales de cohortes juveniles, emprendedoras y de gran empuje, ansiosas de conocer el arte, la ciencia y la cultura como vinculantes del crecimiento espiritual y de la gran movilidad social que registra la memoria colectiva venezolana.
Maestros, Promotores incansables de los valores humanos y de principios morales de respeto, tolerancia, buenos modales y sanas costumbres que tanta falta hacen hoy día. Profesoras y profesores de mucha lectura y abundante sabiduría, que tienen por norte una doctrina social enmarcada en la formación de un capital humano más  justo, firme, fuerte y prudente con hombres y mujeres listos, física y mentalmente, para servir al país
Queremos una democracia moderna y robusta, productora de calidad de vida, de buena educación para todos y que, además, rechace la vía destructiva del socialismo que siempre opera en sentido contrario a la libertad y al progreso de los pueblos.

SEÑORAS Y SEÑORES BUENOS DIAS…




martes, 11 de noviembre de 2014

LAS MEMORIAS DE El Hato.


PRÓLOGO



Algunos definen la memoria como una función del intelecto que consiste en registrar, conservar y evocar experiencias a nivel individual. La sumatoria de sujetos con recuerdos similares,  en espacios y tiempos idénticamente determinados, no completan lo que se conoce como memoria colectiva. Desde una perspectiva holística, asumimos que “el todo es más que la suma de las partes”. En términos de amplitud, -la memoria colectiva-,  es un ensamble de historias que se atesora, destaca y circula por el tejido social de un país, de una región o de un poblado en particular. Los pueblos de hoy participan en  una dinámica multifactorial que arranca desde su origen o fundación, pasando por la raza, religión, régimen político, diferencias sociales  y económicas, pero que convergen y llegan a acuerdos en torno a la protección del patrimonio cultural contenido en  los registros y archivos  comunes. Es decir tienen un celo bizarro por la  memoria  de la comunidad, aún con más fuerza en la era de la información total, libre e inmediata de la aldea global, ésta última expresión acuñada por Marshall Mcluhan en los años 60’s para referirse a las consecuencias socio-culturales de la comunicación. Este libro no pretende ser un almacén de reminiscencias; algunos recuerdos quedan a buen resguardo, otros coleccionados como las joyas de un tesoro, unos tantos inexorablemente perdidos en el tiempo y muy pocos esparcidos en el depósito del olvido por motivaciones personales, familiares o de otra índole. El libro es un álbum memorable, abierto de par en par, que intenta recoger, desempolvar y salvar testimonios inéditos, -en fuentes de primera mano-, como fotografías y documentos valiosos que enriquecen la memoria popular. El imaginario colectivo le da continuidad temporal a los recuerdos y, atesorándolos en la memoria, permite el rescate  de tradiciones y costumbres, incluyendo las ingratas memorizaciones echadas al  gran basurero de la historia. En el pueblo sobrevive una memoria cultural de resistencia ancestral, que permanece en los mitos y leyendas y que, a través de la oralidad, transmite distorsiones y adaptaciones al pasar de una generación a otra, so pena de ser reemplazada por la transculturización imperial de los que dominan el mundo. Sin embargo el investigador tiene que hacer una especie de pasantía hermenéutica sobre los contenidos no escritos, que se acercan más a la versión original.  Si bien en un principio la exégesis aplicaba exclusivamente a la interpretación de textos bíblicos, las técnicas hermenéuticas dan para mucho más; esta metodología sirve también para explicaciones rigurosas en el arte, la ciencia y, sobre todo, la historia, vista ésta como “algo que nunca sucedió, contada por alguien que no estuvo ahí”. Ahora el caserío tiene quien le escriba, porque son relatos de personajes, en ausencia física, pero que son retratados por sus descendientes directos. Un ejercicio biográfico, ligeramente alterado, adornado con las exageraciones propias de los héroes de la familia, que tampoco llega a los extremos de la anécdota narcisista. Este libro  es un archivo actualizado de las experiencias recientes de un pueblo; de acontecimientos que estremecieron la tranquilidad de la gente; de fugaces instantes de felicidad congelados por el flash de una cámara fotográfica y, por supuesto, de la interacción de un lector, asediado por los recuerdos, que termina en el rol protagónico del episodio contado. Leer un párrafo es ubicarse en un lapso y en un contexto de real, mágica y maravillosa posteridad. Es como reanudar la interrumpida conversación imaginaria que se sostuvo en el último encuentro antes del infalible olvido. Es una fabulosa manera de reconciliarse con el recuerdo; un divertido ejercicio para la memoria individual; una contribución al fortalecimiento del perfil histórico del vecindario; es como si nuestros antepasados recorrieran sus pasos en esta vida, no para absolver ni condenar a nadie, sino para vivir de nuevo con el propósito noble, leal e impertérrito de servir a su país.