De un tiempo a esta parte, muy poco se ha
hecho para frenar a los terroristas que ahora mantienen bajo sus designios y en pánico permanente a los territorios
libres y democráticos del planeta. Además someten con sus caprichos siniestros a las principales metrópolis del hemisferio occidental, en una modalidad perversa de guerra no convencional contra los países del primer mundo, donde, además, se ha instalado el entrenamiento de jóvenes para las células del terrorismo, en las últimas décadas. NewYork, Madrid, Paris, Brucelas, -entre
otras-, han sido el target sobre el que han apuntado los dardos criminales del
fanatismo islámico, causando daños irreparables con actos genócidas al desaparecer a miles de seres humanos en pocos minutos (caso de torres gemelas), amén de los
daños psicológicos a gente inocente, especialmente niños que son atacados o usados como
escudos en sus propias aulas de clases.
Ahora se incorpora el Estado de la Florida, a
la larga lista de localidades de concurrencia masiva, que
son atacados por el sectarismo suicida de grupos fundamentalistas. Un fanático que, -oculto tras la venda de la fe religiosa, la homofobia o cualquier
otra perturbación mental-, decide acabar con las esperanzas
de todo el que se atraviese en su insólito propósito de convertir en un infierno, lo
que, horas antes, fue un encuentro de sana convivencia para las organizaciones sociales que asume los
desafíos de reclamar las garantías de género para ciertos grupos, sin más limitaciones que su propia
voluntad y el respeto al derecho ajeno.
Siempre aparecen rendijas por las que se cuela
el crimen organizado. Descuidos fatales que
convierten el entretenimiento en tragedia. Sombras que sirven de burladero a los
peones del mal. Rincones en los que se amontonan los seguidores de un anacronismo ideológico. Seres robotizados para actos irracionales que obedecen a la animalidad como formato de
conducta. Una desgracia alimentada por insumos de guerra suministrado por la misma sociedad, que ahora exige la revisión de la legalidad de arsenales en manos particulares y sin control. Un fanático a quien la
barbarie le dirige su apariencia humanoide y lo transforma en una fiera salvaje que golpea, debilita y destroza la vida civilizada,
intentando imponer sus falsas ideas y su patológico instinto bestial.
Las victimas de esta desgracia,
mayoritariamente inocentes, no distinguen entre terrorismo islámico o
terrorismo doméstico; El común de la gente lo que siente es miedo al transitar por las calles y a vivir
bajo la amenaza permanente de organizaciones o individualidades entrenadas para
matar en nombre de preceptos morales, éticos
o religiosos. Las doctrinas no pueden primar sobre la condición humana,
ni sobre los principios de libertad y soberanía de las naciones. La religión es
un asunto particular de cada quien; una opción que se toma o se deja, pero que
no puede aplicar castigos irracionales ni bajo ninguna circunstancia violar las normas de los paises. En pleno
siglo XXI ocurre la peor masacre de
ataque terrorista en suelo norteamericano, después del 9/11. Inaudito que la primera potencia económica y militar del universo no haya dado solución de continuidad a un terrorismo muy activo y provisto de militantes suicidas, que se revientan con el estallido de las bombas, o con metralletas o rifles de repetición como el que, presuntamente, usó el terrorista que atacó la discoteca la madrugada del Domingo en Orlando, Florida. En esta ocasión hubo 49 personas muertas y más de 50 heridas, en un hecho calificado como el peor ataque de arma de fuego contra una multitud en la historia de los Estados Unidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario