La imaginación es tan atrevida que la veo, interpretando a una chica con abundante talento que triunfa y alcanza el gran sueño de su vida: ser actriz y modelo, -de reconocida fama-, en la industria trasnacional del espectáculo. La veo, -entonces-, convertida en la talentosa dama que sólo conoce de notas y pentagramas en los que se escriben los boleros de siempre, las grandes canciones de la historia y los clásicos musicales de todos los tiempos. Toda una señora, de esbelta y delicada figura, con las inocultables aptitudes en escena y la vasta experiencia que, sin sacrificar la categoría y el glamour del show, en tiempo real ensambla un sketch de antología, recopilando los registros recientes del álbum histórico del teatro, a nivel nacional.
En esta aldea global, todos tenemos un relato que contar; una escena que grabar; un tiempo que aprovechar y un capitulo que concluir. Así terminan las historias dramáticas, -en las producciones del entretenimiento-, con el aplauso del público, convocado en fecha, horario y lugar apropiados, impulsando el superlativo propósito de fomentar el negocio del espectáculo y de elevar la calidad del ocio cultural para el pueblo.
El uso magistral de habilidades y secretos profesionales, -perfeccionadas por el entrenamiento-, en las que el artista suele mezclar aptitud con creatividad, es lo que nos lleva a entender la naturaleza del talento y su diferencia con la inteligencia y el ingenio. En fin, todos tenemos más o menos talento, tanto para la recepción como la emisión de contenidos. El talento es un potencial de la persona, una aptitud o una destreza, que el individuo puede desarrollar o no, de acuerdo a factores genéticos o ambientales, -según los entendidos en la materia. Mientras que la genialidad esta asociada con un elevado Coeficiente Intelectual (IQ) y la capacidad de alcanzar objetivos creativos y originales, sin precedentes, en un área específica del conocimiento. Talento y genio no deben confundirse; a pesar de que el talentoso tiene lo suyo, el genio parece conectado con un Don Divino del nivel superior, de una dimensión desconocida o de alguna galaxia del espacio sideral, más avanzada que la nuestra.
El talento es una aptitud exclusiva del Homo Sapiens, que algunas veces se derrama súbitamente, abriéndole paso a los triunfadores y preparando los caminos de la vida en un hecho tan humano como divino, muy cercano a lo perfecto. Sin embargo, no todos tienen suficiente talento y, no todos los que lo tienen, alcanzan su plenitud. En el futuro el talento será identificado, -presumimos-, por el inmutable código del genoma humano; el niño con mucho talento será reconocido, -suponemos-, por algunos desajustes emocionales involucrados en los cambios inexorables de la personalidad; y los adultos talentosos serán recordados, -seguramente-, por llevar en la sangre la personalizada molécula del real, mágico y maravilloso ADN, que ordena y desencadena la aptitud encantadora de un individuo saturado de talento.
Del desarrollo de esos eventos por todos lados brota el talento; se intensifican las pasiones y la aptitud fluye controlando el intelecto y ejecutando, -en un full pero selecto auditorio-, la performance casi perfecta, premiada con una ovación espontánea, estridente y prolongada de aplausos del público. El talento parece ser, entonces, un accidente evolutivo de la especie; es también, al mismo tiempo, una conducta no aprendida y para algunos heredada, que se hace tangible en la aptitud definitoria del oficio de artista, de artesano, de inventor y, por supuesto, de creador, en las distintas disciplinas del conocimiento y del virtuoso ejecutor de las bellas artes en particular. Talento, creatividad e inteligencia, trilogía característica que ajusta los procesos de crecimiento corporal -durante la adolescencia; de formación intelectual, -al término de la juventud; y de educación profesional, -en todas las etapas de la vida. La terna que conforma el vehículo por excelencia de movilidad social más efectivo de los últimos tiempos. Los tres condicionantes que catalizan el éxito de los recursos humanos, en el desempeño de modestas tareas, o en la responsabilidad suprema del más sofisticado proyecto de cualquier tipo, -hecho por el hombre-, en algún lugar del planeta.
En esta aldea global, todos tenemos un relato que contar; una escena que grabar; un tiempo que aprovechar y un capitulo que concluir. Así terminan las historias dramáticas, -en las producciones del entretenimiento-, con el aplauso del público, convocado en fecha, horario y lugar apropiados, impulsando el superlativo propósito de fomentar el negocio del espectáculo y de elevar la calidad del ocio cultural para el pueblo.
El uso magistral de habilidades y secretos profesionales, -perfeccionadas por el entrenamiento-, en las que el artista suele mezclar aptitud con creatividad, es lo que nos lleva a entender la naturaleza del talento y su diferencia con la inteligencia y el ingenio. En fin, todos tenemos más o menos talento, tanto para la recepción como la emisión de contenidos. El talento es un potencial de la persona, una aptitud o una destreza, que el individuo puede desarrollar o no, de acuerdo a factores genéticos o ambientales, -según los entendidos en la materia. Mientras que la genialidad esta asociada con un elevado Coeficiente Intelectual (IQ) y la capacidad de alcanzar objetivos creativos y originales, sin precedentes, en un área específica del conocimiento. Talento y genio no deben confundirse; a pesar de que el talentoso tiene lo suyo, el genio parece conectado con un Don Divino del nivel superior, de una dimensión desconocida o de alguna galaxia del espacio sideral, más avanzada que la nuestra.
El talento es una aptitud exclusiva del Homo Sapiens, que algunas veces se derrama súbitamente, abriéndole paso a los triunfadores y preparando los caminos de la vida en un hecho tan humano como divino, muy cercano a lo perfecto. Sin embargo, no todos tienen suficiente talento y, no todos los que lo tienen, alcanzan su plenitud. En el futuro el talento será identificado, -presumimos-, por el inmutable código del genoma humano; el niño con mucho talento será reconocido, -suponemos-, por algunos desajustes emocionales involucrados en los cambios inexorables de la personalidad; y los adultos talentosos serán recordados, -seguramente-, por llevar en la sangre la personalizada molécula del real, mágico y maravilloso ADN, que ordena y desencadena la aptitud encantadora de un individuo saturado de talento.
Del desarrollo de esos eventos por todos lados brota el talento; se intensifican las pasiones y la aptitud fluye controlando el intelecto y ejecutando, -en un full pero selecto auditorio-, la performance casi perfecta, premiada con una ovación espontánea, estridente y prolongada de aplausos del público. El talento parece ser, entonces, un accidente evolutivo de la especie; es también, al mismo tiempo, una conducta no aprendida y para algunos heredada, que se hace tangible en la aptitud definitoria del oficio de artista, de artesano, de inventor y, por supuesto, de creador, en las distintas disciplinas del conocimiento y del virtuoso ejecutor de las bellas artes en particular. Talento, creatividad e inteligencia, trilogía característica que ajusta los procesos de crecimiento corporal -durante la adolescencia; de formación intelectual, -al término de la juventud; y de educación profesional, -en todas las etapas de la vida. La terna que conforma el vehículo por excelencia de movilidad social más efectivo de los últimos tiempos. Los tres condicionantes que catalizan el éxito de los recursos humanos, en el desempeño de modestas tareas, o en la responsabilidad suprema del más sofisticado proyecto de cualquier tipo, -hecho por el hombre-, en algún lugar del planeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario