De Mil Palabras … por Luis Martínez
De un tiempo a esta parte los educadores arrastramos
la carga de una pesadilla de nunca acabar, la del incremento salarial, siempre
por debajo de los dígitos inflacionarios que publica el Banco Central. Un
incremento que se repite dos o tres veces en el año, pero que nunca toca al rasero
de la inflación. Y para colmo de males tampoco alcanza a los maestros, ya que
los trabajadores de la educación son signatarios de una Contratación Colectiva
que los exime de los aumentos vía decreto, -según interpretación de cosa juzgada a criterio del gobierno-, violando las clausulas de protección salarial establecidas en
el contrato.
El ritual demagógico de pretender nivelar salario con
inflación, termina con un aumento que anula la productividad, acelera la
inflación, incrementa la escasez, devalúa la moneda, minimiza las reservas y
aumenta el desempleo. Desde los gobiernos de la cuarta república, hemos tenido
la amarga experiencia de medidas salariales altamente inflacionarias para la economía
del país. El disparate salarial es doblemente lastimoso e ilegal para los
maestros; no lo reciben por decreto, ni
les llega por vía contractual. Si los pela el chingo los agarra el sin nariz, -reza el refrán popular. Ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario, acordaría
la tristemente célebre Comisión Tripartita, que en esos tiempos se encargaba de
los aumentos.
Las medidas accesorias al salario tampoco alcanzan al
trabajador educacional. Beneficios del cesta ticket, póliza de HCM, prima de
medicinas se pierden al cambiar el status laboral al de educador jubilado. Este cambio
provoca una pérdida adquisitiva de un 30 % del salario, lo que desbarata la
condición socio-económica de la familia jubilada y anula cualquier posibilidad
de mejorar la salud de un educador generalmente enfermo, con trstornos crónicos y
degenerativos, quedando a merced de lo que Dios quiera, ya que su salario no es posible estirarlo más para comprar las medicinas. El asunto del HCM es cuestión de vida o muerte. El
jubilado se queda en los pasillos de la clínica aguardando por una clave que nunca llega, o, mejor
dicho, esperando la muerte que, infaliblemente, si aparece. So pretexto de la falta de pagos, la aseguradora no se hace responsable y el
Ministerio, argumentando causas presupuestarias, tampoco asume lo suyo.
La merma salarial extingue la intención de planes
recreativos de la mano del jubilado que tendrá que asimilar su desgracia económica y financiera, es decir a llorar al valle. El último auto que tuvo terminó en la
chivera, no pudo completar lo requerido para reparar el coche. La casa se
deteriora y los aguinaldos, que ahora se pagan antes de diciembre, son para no perder la tradicional herencia
culinaria de montar las hallacas en navidad. Se queda corto el 30 % si le sumamos el despojo de la semana
compensatoria anual pagadera en Julio. El
despojo del bono vacacional. Hablamos de despojos porque son derechos adquiridos
que se le arrebatan al final de toda una vida entregada al sacerdocio de la enseñanza de los niños de la patria.
Tampoco cuenta con el pago a tiempo de las
prestaciones sociales. En 5 años de espera la inflación se come los únicos
ahorros de toda la vida. Nada se compra con tan poco dinero. Los gremios al
respecto, estamos asumiendo nuestra Mea Culpa. Es mucho lo que se puede hacer,
pero muy poco lo que se ha hecho. Sería muy positivo el cumplimiento de las cláusulas
que salven el confortable nivel de vida que aún conservan algunos jubilados. Es
menester reactivar el viajecito a Margarita o Mérida, especialmente en la
temporada decembrina. El veterano educador recargará la fuerza espiritual y
superará la depresión vinculada a las limitaciones de un costo de la vida que
arruina la diversión de la familia jubilada.
Lo que salva al jubilado de verse sólo, débil y limpio es la
pensión del seguro social; un pago puntual que a duras penas cubre el costo del
tratamiento médico y alivia las patologías naturales de la tercera edad. De
manera que los incrementos de sueldo, en muy poco ayudan a los asalariados de
la educación. Aumentos que vienen acompañados de alzas en las medicinas,
incrementos en los pasajes, aumentos en los servicios básicos de telefonía, agua, luz y
gas, y la incontrolable subida de la cesta alimentaria serían, entre otros,
los efectos inmediatos causados por un
aumento salarial de los aplicados por
los gobiernos de la cuarta y ahora los
de la quinta república.
Nuestra misión
es procurar medidas que corten la continuidad de esa espiral inflacionaria que arrasa y
destruye el ingreso familiar, que se chupa el ahorro de los pobres y desmejora
el nivel confortable de vida que todavía tienen algunos venezolanos. De muy
poco sirven las medidas aisladas sino se genera una reacción en cadena que
multiplique los desarrollos productivos, impulsando el crecimiento económico endógeno y generando empleos estables y competitivos.
Las demandas gremiales no se limitan a peticiones de
salario. Los educadores jubilados también exigen una robusta y moderna
democracia, productora de calidad de vida, de buena educación para todos y que,
además, reconozca en la escolaridad, el vehículo de movilidad social por
excelencia. De igual manera nos preocupa el presupuesto y el desempeño de las
Universidades Nacionales Autónomas, de prestigio global, de comprobada calidad
curricular y de actualizado perfil académico, científico y tecnológico, a las
que tengan acceso los hijos y nietos de los maestros jubilados. Los educadores
demandan, -entre ruidos estridentes y escandalosas consignas-, más libertad y
democracia y el respeto riguroso del contrato colectivo vigente. En la actualidad
los maestros sufren la debacle letal de combinar escasez, inflación,
inseguridad e insalubridad, las cuatro válvulas que regulan la presión de una olla
cerrada en ebullición y a punto de estallar.
Queremos cerrar esta intervención, proponiendo que en
la ciudad de Valencia se funde un
albergue, refugio, casa de cuidados, o como quieran llamarla para alojar
aquellos jubilados de la tercera edad abandonados, victimas de alguna
enfermedad o de vicios como las drogas y el alcohol y que reclaman la
solidaridad del gremio. Es hora de que la dirigencia de la Federación asuma
responsablemente con acciones de calle la defensa de un jubilado cada vez
más golpeado por la edad, por la vida, por las instituciones del estado y
hasta por la propia familia. No podemos seguir con semejante ingratitud,
haciéndonos los locos y esquivando los auténticos problemas gremiales.