martes, 20 de mayo de 2014

Política Salarial

La inamovilidad laboral y el aumento del salario mínimo en un 30% son los anuncios más importantes que, a comienzos de Mayo, decreta el presidente en línea con los objetivos políticos de ese proyecto inviable, obsoleto y demagógico, denominado socialismo del siglo XXI. El porcentaje del ajuste salarial desinfló las expectativas de los trabajadores y desarticuló las aburridas concentraciones públicas en las que nadie se atrevió a explicar a la clase obrera, -Cuándo, Cómo y en Qué-, se pudo malgastar en los últimos 15 años cerca del MILLÓN DE MILLONES DE DOLARES (1,000,000,000,000.oo U. S. $). Quince años que transcurren con el más asombroso ingreso de recursos fiscales del que se tenga registro en la historia contemporánea de Venezuela. Con ese chorro de divisas aparecen nuevos ministerios, se multiplica la burocracia, se crea la banca pública, se renueva la flota vehicular y de aviones del estado y se repotencia cuanta cosa lleve el sello de propiedad estatal. Sin embargo todo esto es muy poco para poner a circular tanto dinero. Indigestada por el esceso de recursos la tesorería colapsó y el régimen no tuvo tiempo de formular planes y proyectos, ni mecanismos de distribución y manejo de los fondos extras; no atendió a las demandas de asistencia en territorios vulnerables de la geografía nacional ni socorrió a los segmentos poblacionales en emergencia permanente, enfilando sus baterías de ayudas hacia un tárget totalmente equivocado. Sin planes ni proyectos y sin voluntad política para una respuesta inmediata, lo fácil sería guardar esa fortuna en una cuenta secreta de algún paraíso fiscal del planeta. La Quinta República comenzó, entonces, como un proceso sui géneris que sorprendió a sus propios protagonistas. Entre los repentinos acontecimientos y lo fugaz de las noticias se coló una súbita y extraordinaria entrada de dinero al Banco Central, producto de los altos precios petroleros en el mercado energético mundial. En ausencia de la legítima autonomía del banco y al amparo de que el fin justifica los medios, hubo una pésima repartición de esa riqueza que se diluyó en el camino, y se heredó entonces del pacto de punto fijo el hábito de delinquir con operaciones seguras y libres de rastros que las incriminan. Despilfarro, fraude, apropiación indebida, contratos, comisiones y cuentas secretas, conforman el abanico de prácticas delictivas exclusivas del círculo íntimo del Jefe de jefes. Obvio que el resto de los privilegiados opte por el soborno, el chantaje, el tráfico de influencias, la gestión clandestina y, en fin, por la corrupción de poca monta, la que, paso a paso, se convierte en el ícono que mejor identifica esta vergonzosa tragedia nacional. De casi nada han servido los exagerados ingresos petroleros sino para ayudas y acuerdos con gobiernos extraños en detrimento de los aliados históricos y clientes seguros de los hidrocarburos venezolanos. Igualmente de muy poco sirven los abultados ingresos petroleros si tenemos que recurrir en prestamos al fondo chino, que no es más que la per versión socialista del fondo monetario internacional. De nada sirve esta medida sobre el salario sino se genera una reacción en cadena que multiplique los desarrollos productivos por todo el país, impulsando el crecimiento económico endógeno y creando empleos estables y bien remunerados para nuestra juventud. Expuesto el preámbulo, analicemos el aumento de sueldos.. Un aumento salarial que anula la productividad, frena el crecimiento, acelera la inflación, incrementa la escasez, minimiza las reservas internacionales, estimula el desempleo y, por si fuera poco, que también devalúa la moneda nacional: EL BOLIVAR,... es un disparate. Se aplica el refrán de peor el remedio que la enfermedad. Un aumento que ni el gobierno ni los particulares pueden pagar, so pena de que el pueblo saturado de tributos asuma la carga extra de la nómina del estado. Un aumento que, no obstante los aditivos de buenas intenciones que lo edulcoran, es portador de una dosis letalmente tóxica para economías en terapia intensiva como la nuestra. Un aumento que muy poco ayuda a los asalariados y que, -según fedecamaras-, es un paliativo emocional de ficticias sensaciones satisfactorias que desaparecen a la brevedad. Alzas en los pasajes, aumentos en las medicinas, cobros exagerados en los servicios de la casa, incrementos en los precios de los alimentos y eliminación por lo extremadamente caro del ocio cultural y recreativo, son resultados inmediatos de un aumento más imaginario que real, magnificado por los efectos psicológicos un spot publicitario, que se repite hasta el cansancio en los medios impresos, electrónicos y audiovisuales de cobertura nacional. Urge convocar una emergencia económica y financiera que detenga la espiral inflacionaria que destruye y arrasa el ingreso monetario de la familia, que se traga el ahorro de los compatriotas más débiles y desmejora el confortable nivel de vida que todavía tienen algunos venezolanos. El gobierno debe estimular la producción de bienes y servicios de calidad, desactivando los controles burocráticos y garantizando la seguridad jurídica de la propiedad privada. El ejecutivo debe retroceder en su conducta burlona de la expropiación que, además de inconstitucional, es una medida sancionatoria que espanta la inversión extranjera. La República está obligada a facilitar el acceso a las divisas para la importación de insumos industriales, de productos terminados no elaborados en el país, de los sofisticados e inteligentes adminículos de última generación requeridos por la investigación, la ciencia y la tecnología. Estas rectificaciones del oficialismo, -entre otras confesiones de equívocos-, serían más que suficientes y acabarían de inmediato con la ESCASEZ, elevarían los INVENTARIOS a la altura de distribuidores y mayoristas, llenarían los ANAQUELES con infinidad de rubros y marcas, bajarían los PRECIOS a niveles de costos y, finalmente, frenarían sin estridencia y con poco esfuerzo el perverso fenómeno de la ESPECULACIÓN.

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