Se fue
HÁROLD.
A nadie le gusta este tipo de notificaciones… pero la contingencia de la
naturaleza humana nos enseña que son inevitables. Nos sorprendió sobremanera la
mala noticia del súbito deceso del amigo, pariente y vecino del casco central
del pueblo, HÁROLD LÉIDENZ.
Un coterráneo, -de los pocos románticos que quedaban en este mundo-, que
se enamoró de su lar nativo; que se dejó
cautivar por la fuerza del viento, por el radiante sol y por las noches de luna
llena; que se dejó seducir por los cujizales, las tunas y los rastrojos secos del desolado sabanal; que se dejó encantar por la dulzura del DATO (Stenocereus Griseus), el espinoso fruto de los cardones de El Hato.
Su etapa juvenil la cultivó en el terruño, sus pasos hollaron el agreste monte y ahora sus despojos quedarán sembrados
para siempre en el cementerio parroquial, el memorial histórico de la población.
En los momentos más adversos del entonces caserío, -con largas fallas en
los servicios de agua, luz y vialidad-, mientras otros huían de las
dificultades, HÁROLD se instaló en El Hato. Edificó su hogar basado en
principios teologales como la fe, la
esperanza y la caridad; y valores humanos como el respeto, la tolerancia,
el perdón, la gratitud y el amor al prójimo. Educó sus muchachas, a tenor
de las buenas costumbres, con el objetivo de que cada quien culminara sus estudios universitarios y desempeñara con éxito su carrera profesional; así también
levantó sus muchachos para que se prepararan del mismo modo y lucharan por un
caserío moderno, naturalmente privilegiado por su buena ubicación geográfica y
con excelentes servicios públicos, tal cual debería ser.
HÁROLD, resultó ser un parroquiano de buena formación familiar, que se
nutrió de las ideas vanguardistas de democracia y lucha social, es decir de las
herramientas políticas para alcanzar los más altos standares de vida productiva,
que la gente tanto necesita. Todo el tiempo hizo causa común con los pobladores
que aspiran transformar el vecindario en una pequeña ciudad.… una entidad rural
con costumbres y usos urbanos; un cambio de la obsoleta mentalidad campesina por
una avanzada conducta ciudadana.
El Hato se lamenta, -en
esta hora aciaga de la familia Léidenz-, por la partida prematura de un hijo de
pensamiento crítico y voluntad de servicio, como HÁROLD. Un paraguanero de
mucha calidad humana, que en los últimos tiempos desarrolló, -en colaboración
con la iglesia católica-, un voluntariado de laicos comprometidos. Los momentos
finales de su existencia los aprovechó para compartir con los de la casa y
asesorar a los grupos comunitarios como
parte de los quehaceres diarios de un activista social.
HÁROLD, finalmente, se
convirtió en un militante del glorioso partido del pueblo, Acción Democrática,
donde se le estimó y apreció por ser un valioso dirigente parroquial, instruyendo
a los activistas de base y funcionarios electorales de esta organización
política. Un adeco de corazón, porque adeco es adeco hasta la muerte.
A su esposa y a toda la
familia, especialmente a DOMINIQUE, vaya nuestra palabra de condolencia. La paz
eterna para HÁROLD y que sus proyectos y aspiraciones verán la luz de su
concreción en la dinámica social del pueblo