Terrorismo
Vs Libertad de Expresión
El que está dispuesto a sacrificar su vida en defensa
de una idea o doctrina, también está
preparado para matar, -en los mismos términos y propósitos-, a los que militan
en el bando contrario. El fanatismo es una patología del intelecto que altera
la conducta de un grupo social, que se
congrega en torno a un determinado culto y que va desde la creencia religiosa,
pasando por las doctrinas políticas y el fanatismo deportivo, hasta llegar a las absurdas ocurrencias de cualquier criminal con material
destructivo a su alcance.
El fanático es un potencial homicida que no entiende
que sus derechos terminan donde empiezan los de los demás. Su enredo mental le
impide ver los límites entre la barbarie y la civilización. Su carácter
intolerante lo impulsa a cobrar heroicidad en un episodio salvaje y cruel de
decapitar periodistas frente a las cámaras de televisión, o de acabar con una revista francesa de humor y sátiras,
CHARLIE HEBDO, asesinando a casi todos los redactores y caricaturistas en una masacre que conmovió al mundo la semana pasada. La responsabilidad de
los ataques en París apunta hacia un fundamentalismo “Yihardista”, -Al Quaeda o Estado Islámico-, que critican las libertades de occidente, pero que
asumen la autoría de los vídeos macabros
y espeluznantes en los que, sin fórmula de juicio, condenan, torturan y matan
a gente inocente, invocando principios religiosos.
Estiman los conocedores del asunto que el primer objetivo es inocular el veneno de la violencia, -propagando angustia y
pánico en la Comunidad Internacional-, y
el paso siguiente sería convocar a los musulmanes, dispersos por todo el planeta,
a la conformación de un
Estado Islámico Universal.
Estamos en presencia de un fanatismo religioso que usa el terrorismo
como fórmula política para aniquilar al enemigo.
Gente dispuesta a matar a quienes no compartan sus ideas, no importa que sean
inocentes o ignorantes de la cuestión religiosa. Estos degenerados muestran sus
siniestras intenciones con estos actos de espantosa maldad, que animalizan la
condición humana y que pretenden destruir los valores supremos de la cultura occidental, como el superlativo derecho a la vida y la garantía absoluta de la libertad. A estos psicópatas los perturba el odio visceral a países altamente desarrollados. Naciones de larga tradición democrática, que pasan a ser objetivos
de guerra de estos comandos del terror, que no obstante los múltiples
dispositivos de seguridad, causan daños importantes en sitios claves de
occidente. Estos verdugos con serios trastornos de conducta y al margen
de los fundamentos sagrados del Islam, se retrotraen a un primitivismo
asombroso, cometiendo los más horrendos y atroces crímenes de lesa humanidad, que registra
la memoria histórica de los últimos tiempos.
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