Nada más envidiable para los pueblos occidentales, -que soñamos vivir en democracia plena-, que el ejercicio político de la asunción de Obama el recién pasado 20 de Enero. Se encaramó el negrito en medio del desafío histórico más importante que asume la sociedad norteamericana. Aceptó el reto de encarar, junto a su pueblo, la más devastadora crisis del capitalismo financiero que haya registrado la historia. Con precedentes sólo comparables a la recesión post-bélica de los años 30, el nuevo presidente juró derrotar, en el corto plazo, la nada saludable situación económica que se originó en Los Estados Unidos y que, como un efecto dominó, se propaga por el mundo entero. Esta peste de las finanzas, -hoy dia-, derrumba los oligopolios financieros más poderosos del orbe y ocasiona la caida estrepitosa de las bolsas en el mundo entero. A pesar de este escenario, por demás calamitoso, los gringos se inclinaron por el perfil de Obama y decidieron que este afrodescendiente asumiera la conducción suprema de la primera potencia económica y militar del universo. Un hombre de origen humilde, sin relación aparente con los grupos de poder, y que se convierte en el prototipo carnal del gran sueño americano; un lider que surge como la gran esperanza de los grupos minoritarios que hacen vida en América y que reafirma la convicción de que este es el pais con más democracia y donde todo es posible. Una sociedad tolerante, plural, heterogénea, sin odios raciales ni religiosos, que hoy se impone como el paradigma, el ejemplo de una convivencia civilizada y dotada de los adelantos tecnológicos más sofisticados para bien y felicidad de todos sus ciudadanos. Muy lejos de la caida y de la ruina que algunos pronostican y, anticipadamente, celebran, el imperio norteamericano agiganta su fortaleza y alimenta su poderio psicológico frente al mundo con testimonios como la asunción de Barack Obama el recien pasado 20 de Enero.
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